Se fue un día de nieve

Progresivamente su físico fue decayendo y su cabeza también. Por las ventanas de los ojos se veía que su corazón seguía ardiendo hasta el final. Se pudo palpar entonces que realmente había sido y seguía siendo unextraordinario instrumento de transmisión de gracias en manos del Señor. Continuaban llegando a millares los peregrinos, ya sin orden ni aviso. Esperaban con ilusión y paciencia. Se conformaban con verla un momento, con oír su voz, con saber que seguía viva. A mediodía se asomaba a la ventana un momento. Brevísimas palabras de saludo, de ánimo; prometía una vez más oraciones…, mientras pudo.

La Madre transcurre los últimos años de su vida en una continua actitud de entrega. Dice que quiere ser como una patata que desaparece bajo tierra para dar vida a nuevos hijos. Un día de invierno, cuando la tierra duerme a la espera de la Resurrección, el Buen Jesús, a quien ella había robado de pequeña, vino también, como un ladrón, de puntillas, caminando sobre la nieve que cubre las dulces colinas de Umbria, y roba a la tierra el cuerpo cansado y desgastado en el servicio de misericordia de su Esperanza: son las 8 de la mañana del 8 de Febrero de 1983.

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